Rompa el vidrio

Rompa el vidrio. La idea surgió por dos razones fundamentales. Por un lado, el proceso de estudio del doctorado me llevó a la conclusión que estoy haciendo lo mismo cada semana: leer, escribir, enviar; leer, escribir, enviar. Una y otra vez. Puede ser importante el ejercicio, pero de aprendizaje real tiene poco. Es decir, es lo mismo de lo mismo. Nada nuevo.

En segundo lugar, la idea fue el resultado de haber buscado, googleado si se quiere: “pedagogía disruptiva”, y haberme encontrado con varios videos de Maria Acaso  sobre este tema. Ya vendrá el momento de hablar más sobre ella. El primer video hace parte de la Escuela de Educación Disruptiva que María Acaso coordinó en el año 2015 para Telefónica, hay varios videos pero yo solo ví uno. El segundo video fue la presentación del libro rEDvolution, de la misma autora.

Juntos videos, más la desazón del doctorado, más algunas ideas en la cabeza me llevaron a la necesidad de pensar en cambiar el aula, como lo dice la misma María Acaso, con microrevoluciones, pequeños cambios que poco a poco generan una innovación.

Compartiré algunos de estos cambios, que aunque son pequeños, cambiaron algo en mi clase.

Lunes. A la entrada del salón dí dulces. Tuve tres grupos. Los dulces fueron para todos. En la medida en que entraban les iba dando la bienvenida a la clase – los profesores no hacemos nunca eso- y les iba dando el dulce, o los dulces. El ambiente cambio. Muchos se extrañaron. Otros no entendieron qué pasaba. Todos agradecieron.

El miércoles, en el salón, organicé una “cafetería”. Generalmente hago tinto para tomar en las tardes. En una de las clases unos estudiantes me pidieron un tinto. Se los preparé y dí. Hacía un frío bárbaro así que cayó de perlas. Otros pidieron tinto, no alcanzaba. ¿Y si hacemos tinto para todos? ¿y si un día llevamos pan a la clase?

El viernes organicé el salón diferente. Los chicos llegaron y se sentaron mirando al tablero como de costumbre. Yo, me senté en una silla que estaba en la parte de atrás del salón, mirando al tablero, e inicié la clase. Todos se dieron media vuelta a mirarme. Al final todos dieron vuelta a su silla, le dieron la espalda al tablero, y me prestaron atención. En esa clase hicimos un cubo de origami, paso a paso. Algo cambió.

Soy enemigo del tema del uniforme. He perdido y dañado clases peleando con estudiantes porque se quiten un cachucha, la chaqueta, y más. Tengo una idea: pedirles que para una clase cada uno, quien quiera, traiga de su casa una o dos prendas que no hagan parte del uniforme y las usen solo durante la clase. Les dije. Les gustó la idea. Claro que me miraron raro.  ¿Y si hacemos una fiesta? ¿Y si bailamos en una clase?

Fue una buena semana. Pequeños cambios han generado otros cambios. La clase se hace mejor. Tengo muchas dudas sobre el ejercicio, pero seguiré. Cada semana trae su propio afán.

Estoy seguro que hay que romper el vidrio, romper con la monotonía, con lo tradicional, con la clase donde el profesor manda, sabe, y ordena. Es hora de darles a los estudiantes su oportunidad.

John Anzola

05/03/2017