La tercera carta aborda el tema de las razones por las cuales los profesionales deciden ser maestros, o deciden no serlo, frente a una sociedad que no reconoce el valor del maestro. Freire menciona razones inanes como que quien es maestra tiene más posibilidades de casarse, razón a la cual se opone el autor. Afirma Freire, y creo que es lo más importante de esta carta, que la profesión docente es una profesión seria.
La seriedad de la docencia está en que se trabaja con seres humanos, no con objetos. En tanto se trabaja con seres humanos, se trabaja con sujetos con capacidades y habilidades que puede desarrollar. En la docencia se ayuda o perjudica, se conecta o se distancia. El profesor puede aportar para que cada estudiante se convierta en un sujeto “notable para el mundo”
En la carta se aborda la oposición a la idea equivocada de ver a los maestros como el tío o tía. El tío buena onda que no tiene responsabilidades de padre y tampoco de maestro. Que tampoco se debe manifestar, ni exigir, ni buscar una mejoría para sus estudiantes.
Esta forma limitada y reduccionista de la profesión docente se genera por una visión colonial de la sociedad. Una visión donde hay niveles y tipos, clasificaciones sociales donde el gerente es más importante que un maestro, y esto es evidente en el reconocimiento social y económico de su quehacer.
Frente a esta situación se vislumbran dos salidas: por un lado, evidenciar la importante tarea del maestro frente a la sociedad para que la sociedad apoye su trabajo; por otro lado, enfrentar el modelo colonial impuesto por medio de la lucha por los derechos y la educación pública, popular, eficaz, democrática, alegre. La educación aporta a la transformación social, por lo tanto, se debe luchar para que esta se dé de manera justa.
Esta lucha por la educación pública debe se organizada, debe superar las posiciones sectarias. La lucha por la educación pública dice Freire, debe darse “desde los partidos progresistas de corte posmoderno y no con el tradicionalismo izquierdista. No es entregarnos al fatalismo, que no solo obstaculiza la solución, sino que refuerza el problema” (Freire, 1994, p. 71).
En conclusión, es necesario tomar la docencia con la seriedad de quien tiene misión de impactar de manera eficaz en otros seres humanos. Frente a una visión colonial de la profesión docente, se requiere implementar una lucha constante a favor de la educación pública.
Referencia
Freire, P. (1994). Cartas a quien pretende enseñar. Siglo XXI.
John Anzola.